EL SEÑOR DE TRAJE AZUL
Era un tipo contundentemente silencioso, al que nunca se le conoció familia, y del que sólo se sabía que ocupaba un apartamento en la planta baja del boque 45. Se le veía de lunes a lunes, a las 6:30 de la mañana, embutido en invariable traje azul, y lavado en el agua lustral de Vetiver de Guerlain . A esa hora escrupulosa, bajaba hacia la avenida, y luego subía puntual a las seis de la tarde, mucho más lentamente y con los ojos encendidos en el resplandor de sus pensamientos. Nunca alternaba con nadie. Así que toda información sobre su vida se componía de sospechas y especulaciones: que trabajaba en un organismo de seguridad del estado, que era profesor universitario, que a su mujer y a su hija los perdió en un accidente, y hasta que era gay y su novio lo visitaba al amparo de las madrugadas. Lo cierto es que todas esas conjeturas encontraron un punto de inflexión el domingo soleado en que apareció tirado en la acera, yerto y con el aire triste de los muertos de nadie. El...