NORMALITA
El comisario Raúl Gastón padece la amargura de una culpa inexcusable. Se llama Angélica, y es la niña que le compró a una enfermera para satisfacer los deseos de maternidad de la dama infértil con la que se casó. Desde entonces lo acompaña una mala suerte proverbial que comenzó cuando la esposa se le fue y lo dejó con la bebé. Pero, como siempre hay un roto para un descosido, otra fémina viene en su auxilio: Norma Linares Talavera, (Normalita para los amigos), una arrebatada periodista de la radio, que le salvó la vida a la pequeña, cuando estrelló su carro contra el bus que la iba a atropellar. Raúl se deslumbra al saber que este ángel alocado es el ancla de “Lo justo y lo correcto”, espacio de éxito en el que Normalita defiende los derechos femeninos desde una óptica muy particular. “Mi esposo me azota con su cinturón, ¿qué hago?”, le preguntan, y su respuesta es pronta: “Lo justo es que usted le meta el cinturón por el trasero, pero lo correcto es que lo denuncie con los cargos que le voy a indicar”. Raúl sonríe ante la visión que tiene Normalita de lo justo, sólo que, más allá de lo correcto, hay una sociópata actuando. En el almuerzo que comparten esa tarde, Raúl le comenta el caso, atendido por él, de “La castigadora de hombres”, una mujer que anda cometiendo atrocidades en nombre de un desmandado feminismo justiciero. Con conocimientos de medicina y recursos para mantener su quirófano secreto, esta vengadora le amputó a un hombre una pierna por patear a su esposa, y a otro le extrajo la lengua para que dejara de insultar a su mamá. Lo cierto es que, mientras se desliza en el amor con Normalita, Raúl empieza a desentrañar el misterio de “La castigadora” con un hallazgo sorpresivo. Una joven, aquejada de un severo trastorno mental, logró hacerse de una brillante formación académica como cirujana y como abogada, para desaparecer, tras el asesinato del padrastro que la maltrataba, y cargando con una pequeña fortuna, propiedad del difunto. Antes de suponer que su encuentro con Normalita no fue fortuito, el amor le impedirá a Raúl presumir que ella misma es la justiciera que él anda buscando. Y le faltará tiempo para saber que ella es también la madre de la niña que compró, por lo que le tiene reservado un castigo, a su juicio, muy justo y muy correcto: cercenarle la virilidad, y dejarlo andar hasta que sólo la muerte lo consuele.
Comentarios
Publicar un comentario