LA NIÑA CANDELA

   En el Colegio San José todos hablan de la Niña Candela, de su cuerpo perfecto, del rostro siempre oculto bajo el cabello de lluvia, y de la saña con que simula el coito y se relame en el orgasmo. Los varones la sueñan con urgencia. Las hembras crepitan de envidia. Lo que nadie sabe es que esa youtuber, responsable de la erección que azota a la ciudad, se enmascara en la figura de Santa Isabel, una descolorida estudiante de Administración de Empresas, que todos los días inserta mensajes cristianos en el grupo Whatsapp de su curso, al tiempo en que alimenta el disfrute clandestino de una lujuria impenitente. Su doble vida transcurre sin sobresaltos hasta que conoce a Alexis. En él todo es angustiosamente bello: su rostro de sultán melancólico, la virilidad de su silencio. Pero lo que la mata es su indiferencia con las mujeres. Lo último que quiere pensar es que sea gay: no hay gestos quebradizos en Alexis, ni vuelos oblicuos en su voz. Un día ella lo aborda en un salón vacío. Alexis levanta la vista y descubre que la joven desabrochó su camisa para mostrarle sus senos. “Yo soy la Niña Candela”, le confiesa. Él la mira, imperturbable, y se levanta para salir del aula sin gastar ni una sílaba, justo cuando el director viene entrando. “Me quería violar”, dice Santa Isabel, señalando a Alexis. El director se indigna, creyendo descubrir en él la evidencia de un cinismo desbordante. Es inaudito que una chica como ella se desvista para acosar a nadie. Alexis, en cambio, con su extraña circunspección y su inadmisible soledad, no dibuja el perfil de un muchacho normal. “Esto hay que ponerlo en manos de la policía”, dice el hombre. Horas después, Santa Isabel da un paso al frente ante la propuesta del productor de sus videos: ganará mucho dinero con los caballeros que quieran pujar en la subasta de una noche con ella. Simultáneamente, en el andén de una estación del metro, Alexis tantea la expectativa de dar también un paso al frente para acabar con su conflicto, y se pregunta: “¿Qué preferirá mi viejo, un hijo gay o un hijo infeliz?”. Pero su viejo acaba de ofrecer una suma más alta que la que ofreció el director del San José, y ahora mismo está tocando la puerta de una suite. Su pecho cabalga en la emoción más grande que jamás haya sentido: no todos tienen el privilegio de ir a la cama con un mito como la Niña Candela.

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