PIPE Y GANZÚA

    Pipe no tenía a más nadie que a su padre, Jairo, y con él se fue a la capital para disfrutar del 3 a 0 que Nacional de Medellín le encajó a Santa Fe. Pero su alegría colapsó cuando Jairo se fue al baño y no volvió. Nadie reparó en su espanto de niño perdido, hasta que una mano sucia vino a rescatarlo. Era Ganzúa, un gamín que se hizo cargo de su pena. “¿Dónde vives?”, le preguntó. “En Remedios, Antioquia”, respondió Pipe. “Tas jodido, parcero, tocará que tu papá te busque a ti”, agregó Ganzúa. No fueron a la policía porque Ganzúa no es de los que creen en la ayuda policial. Así que, luego de varios días y llamadas sin respuesta, le hizo ver que su papá ya no lo iba a encontrar, y lo invitó a engullirse la ciudad junto con él, que era un teso de las calles. Y, así, sin darse cuenta, vivieron 2 años dando tumbos por los intestinos de Bogotá, para que Pipe conociera la leyenda de Ganzúa, y de su inseparable “Cocoloco”, un estilete de usos múltiples que le permitía abrir cerraduras y también la panza de quien no lo tratara serio. Ganzúa lo enseñó a beber y a fumar, pero sobre todo le enseñó el valor de los abrazos como remedio contra el frío, y lo llevó a que conociera el mar. Fue un viaje inaudito, en los remolques de las mulas o en las ciclas robadas, y con una escala en Remedios, para ver qué se sabía de su papá. Allá nada averiguaron. Ignoraban que Jairo pasó 18 meses en un hospital, por las 8 puñaladas que le dio un desconsolado hincha de Santa Fe, y que él también vino a Remedios, al día siguiente de que ellos partieran hacia Cartagena. Finalmente, Ganzúa lo puso ante el asombro de las olas y el azul infinito, y Pipe sintió el extravío de otro azul que le tenía el alma en entredicho. ¿Cómo explicarle a su parcero esa atracción, tan insondable como el mar, que lo estragaba? El caso es que Ganzúa lo sorprendió con un beso en los labios, segundos antes de que Jairo apareciera y se lo llevara. Pipe nunca supo que el nombre de Ganzúa era Tatiana, el de una niña que escapó de la madre que la quería prostituir, y se insertó con nombre y vestimenta de varón en la piel de los andenes y en la sangre de un mundo incomprensible.

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