CIEN AÑOS DE SOLEDAD EN NETFLIX

    Hace algunos días terminé de ver en Netflix la serie Cien años de soledad, y expreso con cautela mi valoración de la misma. En realidad, me atormenta ser uno de los hinchas más acalorados y obsesivos de la novela, y dificulto que haya algo, en el terreno literario o en el fílmico, que me cautive más que ella. Es obvio que no se debe juzgar un producto cinematográfico con los parámetros de la crítica literaria. Sin embargo, como quiera que la serie se refiere al libro (y se llama igual), es inevitable pensar en éste cuando se justiprecia aquélla. De manera que, pido disculpas, pero yo esperaba que la adaptación me sorprendiera tanto como el texto. Y no fue así. Decía Víctor Valera Mora: "...la novela camina más rápido que la poesía, pero no llega tan lejos". Y ese es precisamente el detalle de García Márquez que complica su traducción a la pantalla. Podría decirse que la novela está narrada en poesía, y la poesía es tramposa: erige el placer estético por encima de cualquier consideración y nos hace soñar sin que vengan a cuento las claves de la coherencia expositiva. No es lo que se dice, sino cómo se dice, y esa es la bisagra que hace orgánica la amalgama de lo real con lo real maravilloso. De la serie puedo decir que ostenta una generosa producción, aunque con algunas fisuras en el casting, y otras imprecisiones que la alejan del espíritu del libro. No obstante, es palpable un dato que me emociona sobremanera, y es que en Colombia (donde resido) hay muchísimo entusiasmo callejero con el seriado, así que no me extrañaría que aquí tenga un éxito notable. Claro, García Márquez es el escritor más importante de este país, y esa reacción no suena descabellada. En todo caso, si la obra de Netflix contribuye a que la gente se aproxime al disfrute del realismo mágico, y más aún, al prodigio lírico de la palabra del Gabo, entonces el balance será positivo, y la tarea, digna de admiración.

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